domingo, 26 de junio de 2011

ρσ∂íα нαвєя ѕι∂σ уσ

http://www.pysnnoticias.com/2011/06/20/bullying-la-violencia-escolar/


Hace unas semanas, vi un capítulo de la serie Física o Química en el que un chico, cansado de las burlas y humillaciones de sus compañeros, decidió coger una escopeta y demostrar que valía más que ellos.

"Ciencia ficción" quizás piensen algunos.

Y ojalá lo fuera. Y el caso es que yo, en el fondo, entendía a ese personaje. Incluso tuve un siniestro y fugaz pensamiento.

¿Habría sido tan sencillo? Humillar a aquellos que me habían hecho daño solo por ser como soy... Limitarme a apuntar, a asustar y pisotear con la ayuda del temor a la muerte.

Pero no lo hice. y la verdad es que nunca se me pasó por la cabeza alguna idea como esa.

Igualmente, dolía, y eso que no me trataron tan pésimamente como a otros que corren peor suerte.

Por eso cada vez que veo casos de acoso y violencia, lloro.

Porque, en cierto modo, en parte sé lo que se sufre.

Por eso cada vez que veo noticias sobre una matanza a manos de alguien como yo, alguien que acabó por estallar violentamente, lloro y lo compadezco.

Porque, en otras circunstancias, esa persona que empuñaba el arma podía haber sido yo.

Era una niña alegre, que no temía al "qué pensarán". No tenía reparos en ir a un campamento sola, ni decir lo que pensaba en voz alta. Por ser diferente, por ser débil, se mofaron de mí, muchas veces creyendo que no me daba cuenta de ello.

Y callé. Guardé silencio. Y fui cayendo en mi propia trampa. unos huyen a través de la violencia, otros a través de la muerte... yo lo hice a través de la soledad. Me encerré en mí misma, temiendo molestara los demás solo por estar ahí. Solo porque pensaba que podía ser una molestia para ellos, que era la que sobraba, que no servía para nada.

A ti, si nunca has sufrido esto, te envidio, y deseo que nunca tengas que pasar por algo así.

A ti, si lo has sufrido o lo estás padeciendo, te mando todo mi apoyo. Seguramente pensarás que no sirve de nada. Pero te digo una cosa: tú vales mucho, y algún día encontrarás tu sitio, un lugar en el que tengas gente que te quiera y te valore de verdad. Jamás pierdas la esperanza. Dicen que lo que no te destruye te hace más fuerte, y lo cierto es que yo, aún hoy, estoy intentando saltar los inmensos muros que han colocado en mi camino.

Quizás el escribir esto sea un paso importante para poder saltar.

Un día creí que no tenía a nadie, pero me he dado cuenta de que, incluso los pequeños gestos pueden llegar a hacer grandes cosas.

Y sí, puedo decir muchas cosas. Pero si los que sufrimos a manos de otros, ya sea física o psicológicamente, ya sea en silencio o a gritos, no mantenemos la esperanza, no encaramos la vida con una sonrisa, no aceptamos que realmente valemos más de lo que otros puedan pensar, no hay nada que hacer. Y sé también que eso no es nada fácil.

Porque os lo dice alguien que estuvo mucho tiempo sin sonreír de verdad, sin poder ser quien es realmente. Quien pensó, y todavía piensa en ocasiones, que es una mierda.

viernes, 3 de junio de 2011

frєntє α lα muєrtє

Cómo explicar a qué sabe el dulce contacto con la muerte… cómo describir las sensaciones que te embargan cuando estás tan cerca de ella, cuando sientes su fría mano acariciando tu rostro… su indescriptible aliento recorriendo tu piel, tan plagado de historias, de vidas, de finales...

No hay palabras para ello.

Es entonces cuando ves como toda tu existencia se desliza suavemente, como los granos de un reloj de arena.

Ves los errores, los aciertos, los momentos felices y los que no lo fueron tanto, la familia, los que se han ido, los que volvieron, los que están contigo, aquellos a los que no volviste a ver nunca más…

Y te preguntas si ibas por el camino correcto.

La muerte está cada vez más cerca, mientras empiezas a asumir completamente que tu hora ha llegado, a pesar de tu juventud, a pesar de tu felicidad, a pesar de que… a pesar de que un ser tan frágil como un bebé depende de ti para poder seguir con vida.

Es entonces cuando me niego a irme con ella, aferrándome a la vida con uñas y dientes.

Por mí, por mis hermanos, por mis seres queridos… por mis hijos.

La muerte se detiene, contemplándome con cierta indiferencia. Parece ser que mis repentinas e intensas ganas por seguir con vida la mantenían a raya…

Algo que me desconcierta profundamente.

- ¿Por qué te quedas ahí mirándome?

Ella ladea la cabeza, sin quitarme sus inmortales ojos de encima.

- No te llevaré conmigo si tú no quieres. No mientras tengas ganas y fuerzas para seguir viviendo… si no quisieras continuar, seguir adelante, ya no serías merecedora de lo que llevas dentro de ti, en tu corazón. Y, entonces, tendrías que venir conmigo -alza sus ojos oscuros, siniestros y eternos-. Es lo que ha impedido que mueras. Cuando pereciste bajo el yugo de tu enemiga, el poder que tienes en tu interior te reclamó… y yo te permití regresar, porque pensé que era lo mejor. Y por eso creo que no debo llevarte conmigo ahora.

» Además… ellos no quieren que te vayas.

Su pálido rostro muestra una fría y suave sonrisa…

Y, paulatinamente, todo se apaga a mi alrededor.

viernes, 6 de mayo de 2011

єтєяиι∂α∂


Sus ojos azules quedaron esculpidos para siempre, inmortales y eternos como una estatua de alabastro.

Su expresión, intacta, aterida en el tiempo y en el espacio.

Su dolor, palpable a pesar de que sus labios, fríos, ya habían probado el sabor de la muerte.

Una muerte a la que había recibido con gran dicha.

Su vida había sido una prisión. Un continuo camino entre cárceles, unas materiales, otras que arañaron su alma. Su habitación había sido su único santuario y, su única compañía, la invisible y silenciosa soledad.

Al salir a la calle, su mismo cuerpo era su cárcel, su encierro.

Estaba solo.

No había una caricia, un gesto, una simple mirada, algo de cariño… solo compasión. Y la compasión no ayudaba. Solo lo hundía aún más en la oscuridad de su cautiverio.

Porque la compasión no le otorgaba alas para poder volar.

Trató de abrirse a los demás, de dar para poder recibir… pero nunca llegó a saber qué era lo que hacía mal.

Solo estaban él y su soledad.

Así transcurrieron los días. Rostros desconocidos, miradas vacías, calles oscuras y noches desesperadas, con la almohada bañada por las lágrimas.

Las primeras luces del sol no eran una promesa de vida, sino el anuncio de una jornada más en aquel yermo desierto de sufrimiento.

Un tormento silencioso, horrible, lento, aplastante.

Intentó seguir, por el único ser “querido” que tenía. Pero ni siquiera éste le dedicaba un solo gesto de cariño, de amparo, de ternura… solo golpes, más dolor, rencor, insultos. Un círculo vicioso sin retorno.

Hasta que una bala puso fin a todo.

Y su cárcel se hizo aún más pequeña.

Paulatinamente, la fuerza y las pocas ganas de vivir que le restaban cedieron a la desesperación y a la soledad. Y, una noche bañada por la luz de la luna llena, las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas se congelaron sobre su piel, tiñendo sus oscuros ojos del color del hielo más glacial.

Y la muerte acudió a buscarlo, en forma de mujer. Sin azada, sin capa oscura, sin manos esqueléticas, sin el aliento gélido de su inmortal boca.

Ella, hermosa, envuelta en un níveo y hermoso vestido, resplandeciente.

Tal y como él la recordaba.

Ella lo arropó con dulzura entre sus brazos, como solía hacer cuando él era tan solo un bebé. La calidez y el cariño que ya había olvidado, que tanto había echado en falta, colmaron su pecho.

Por primera vez se sintió libre, pleno, satisfecho…

Feliz.

Y sus labios, después de mucho tiempo, se torcieron en una sonrisa, mientras sus ojos azules se vaciaban hasta quedar completamente muertos.

Y así, su gesto, su cuerpo, su sonrisa…

Quedaron intactos para toda la eternidad.

martes, 26 de abril de 2011

Sueño Eterno

No tenía nada. Absolutamente nada. Cuando fue verdaderamente feliz en sus fantasías, cansado de la crueldad de la vida, decidió vivir sus sueños y soñar su día a día...

Para reunirse con ella.

Y, cuando la muerte vino vestida de blanco, acompañado por ella, él sonrió, con los brazos abiertos.

Había llegado el momento de dejar de soñar para vivir en un sueño eterno.

miércoles, 6 de abril de 2011

Infinito como el Mar

Sientes que todo se hunde a tu alrededor. Muestras tu típica máscara de falsa felicidad cuando te encuentras a un conocido por la calle. Y cuando él pasa, vuelve a caer sobre ti esa pena que te come por dentro.

Tu ángel te dice que no es importante, que no hagas
caso de lo que dicen los demás. Pero él es inmortal, un ser por encima de ti y de cualquier otra persona. Un ser que no está atado a los temas y dolores mundanos. Un ser al que parece que no le importas tanto como pensabas.

Subes a casa, levantando con dificultad el peso del dolor que llevas dentro, bajo la atenta mirada de tu ángel.

No hay nadie en casa. En el fondo te alegras de que no te vean sufrir. No esperas a llegar a tu habitación. Tu alma y tus ojos llevan tiempo deseando expulsar lo que llevas dentro y, rendido, caes al suelo, recordando cada una de las imágenes que has visto, cada una de esas palabras hirientes que tanto daño te han hecho.

Tu ángel se inclina junto a ti, frotando tu espalda, con dulzura. El contacto con él te agrada pero, es tal el sufrimiento que padeces, que resulta un pobre consuelo para ti.

Y piensas lo de siempre: ¿por qué a mí? ¿Qué le he hecho yo al mundo? Y estás allí tirado, hasta que el sueño te vence o hasta que tus ojos ya no pueden expresar lo que sientes con unas cuantas lágrimas.

Tanta es tu pena, que incluso llegas a pensar en marcharte de allí. Crees que todos estarán mejor sin ti, que ya no tienes cabida en este mundo. Que puedes escapar de todo esto con un simple paso al frente…

Tu ángel niega con la cabeza. “No es lo correcto” dice, con su rostro pétreo.

Ese ángel para el cual tu dolor es solo una simple palabra.

Pero ahora no piensas, solo te dejas arrastrar por la pena que tanto llevas soportando… soledad, silencio, críticas, desesperación… hace tiempo que las paredes de tu habitación se han estrechado, hace tiempo que esperas que alguien te ayude a conseguir que tu remanso de paz, tu habitación, no se convierta en una cárcel para ti.

Tú ángel lo ha intentado pero crees que no te entenderá jamás. Al fin y al cabo, es un ángel, ¿no?
Escribes una nota desesperada a tus padres, diciendo que te marchas, que ya no volverás jamás, que estarán mejor sin ti, y que no podrán seguirte a donde vas. Tu ángel intenta detenerte, pero es un ser casi inmaterial que apenas puede empujarte y al que solo tú puedes ver.

Aún así, vas a las proximidades del mar, esperando poder encontrar otra salida mejor que esa… no obstante, incluso tu mente se ha estrechado, centrándose solo en un acantilado…

El mar… es lo único que te calma… cualquier lugar donde haya agua es lo mejor para ti… tan escurridiza, tan indiferente, tan… poderosa… y solo piensas en unirte a ella para siempre…
Y perderte en su inmensidad.

Tu ángel está cada vez más alterado. Se coloca frente a ti, intentando disuadirte. Pero ya es demasiado tarde.

Das con dificultad ese paso al frente, mientras tu ángel grita tu nombre…

Al llegar al agua, aún sigues con vida… sientes, pero no piensas… durante tu caída te has golpeado con algunas rocas, y estás herido… no te molestarás en luchar.

¿De qué serviría? ¿No es esto lo que querías?

Tus sueños, tu vida, tu familia, tus sacrificios… desaparecen como el hielo bajo el calor del sol… con lentitud, con dolor… incluso aquí, en el agua, cuando ésta te presiona y comienza a nublar tus sentidos, brotan lágrimas que se funden con la inmensidad del agua.

Empiezas a recordar… muchas veces, todos tus amigos, familiares, incluso tu ángel…
han estado a tu lado, aunque en ocasiones te hayas sentido apartado… intentas luchar por última vez y, cuando ya lo das todo por perdido, cuando tu cuerpo ya no responde y tu vista se nubla… una mano agarra la tuya, con fuerza, como si temiera que se resbalase entre sus dedos…

Y jamás te volverá a soltar.

Todos te abrazan con fuerza, temiendo perderte de nuevo… esa persona que te ha salvado la vida, es esa que lo intenta hacer siempre… y por la cual tú estarías dispuesto a darlo todo.

Tu ángel está allí, a tu lado, sonriendo de alivio. Ha llegado a tiempo. Su tez está completamente pálida, al igual que ese halo de grandeza que le suele rodear...

Y lo comprendes.

Tal ha sido su esfuerzo, sus ganas de salvar tu vida... que no ha dudado en emplear todo su poder para volverse material y avisar a tus seres queridos acerca de tu locura...
Solo entonces comprendes cuanto te apreciaban todos, cuántas cosas habrían dado por ti, cuánto te necesitan junto a ellos…
¿Qué harían sin ti? Es más... ¿qué harías tú sin ellos?
Y de camino al hospital, tus seres queridos, que desde hacía tiempo no te abrazaban con tanta fuerza, no te sueltan en todo el camino, con la cara inundada de lágrimas, y las manos temblorosas… ellos curaran tus heridas… TODAS…
Tu ángel te quiere tanto como ellos. Siempre te ha querido. Él sonríe, a tu lado, al ver que todo lo que tu corazón había sangrado, desaparece poco a poco bajo el calor de un amor infinito… como el mar.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Ángel sin plumas

Cuando te sientes tan mal que tu único apoyo son las personas a las que quieres e, incluso, llegas a tener la suerte de que te correspondan en la misma medida, te sientes en la cima del mundo, rozando el cielo, flotando con las alas que forman aquellos que están contigo.

Crees que nada puede tocarte, dañarte.... pero te equivocas

Cuando crees que la gente a la que aprecias con toda tu corazón te hace daño, te olvida y te deja a un lado, pierdes las hermosas y doradas plumas de las alas que te sustentan. Y puede que llegue un momento en el que te quedes con un par de huesos en la espalda, demasiado finos y frágiles como para sostenerte en el aire.

Y ya no puedes seguir flotando.

Es entonces cuando caes sin remedio en un pozo, cuando tocas el fondo más oscuro de tu alma, esa parte que prefieres reprimir y ocultar porque sabes que, si no lo haces, todos los que están a tu alrededor sufrirían sin remedio...

Sabes que, cuando alguien toca fondo, lo único que puedes hacer es ascender...

Pero, ¿cómo hacerlo cuando no tienes nada en lo que apoyarte... cuando crees que ya no te queda nada por lo que luchar?

sábado, 19 de marzo de 2011

Blanco


Blanco.

Todo es blanco.

Estás rodeado por una blancura inmaculada, en la que solo existe la paz y tranquilidad.

Silencio.

No se oye nada más que el lento y calmado latir de tu corazón, y el sonido de tus pulmones al llenarse de aire y vaciarse a un ritmo acompasado.

Calma.

Cierras los ojos, disfrutando de la dulce sensación de no recordar nada, de sentir solo felicidad…

Vacío.

No hay nada en tu mente, nada que te perturbe ni te atormente. Solo esa calma que te apacigua y te hacer sentir bien.

Descanso.

Mueves cada uno de tus músculos, intentando recuperar la sensibilidad en todo tu cuerpo, rozando con suavidad esa blancura que te rodea, y que está iluminada por una tenue y suave luz cada vez más intensa.

Te estiras.

Y es cuando todos tus músculos comienzan a ser conscientes de que vuelven a estar vivos.

Recuerdos.

Cada uno de ellos regresa cada vez con mayor claridad en tu mente, empezando por aquellos momentos más felices de tu vida.

Y la felicidad aún sigue latiendo en ti.

Y es entonces cuando, al recuperar cada uno de tus recuerdos y ser consciente de que estás despierto de nuevo, el silencio se rompe en mil pedazos.

La alarma suena.

Un nuevo día ha comenzado, y debes abandonar esa paz de tu cama para poder vivirlo.

Pero tranquilo…

Mañana podrás volver a sentir la misma inocente felicidad que había inundado tu corazón hacia apenas unos segundos.