Hace unas semanas, vi un capítulo de la serie Física o Química en el que un chico, cansado de las burlas y humillaciones de sus compañeros, decidió coger una escopeta y demostrar que valía más que ellos.
"Ciencia ficción" quizás piensen algunos.
Y ojalá lo fuera. Y el caso es que yo, en el fondo, entendía a ese personaje. Incluso tuve un siniestro y fugaz pensamiento.
¿Habría sido tan sencillo? Humillar a aquellos que me habían hecho daño solo por ser como soy... Limitarme a apuntar, a asustar y pisotear con la ayuda del temor a la muerte.
Pero no lo hice. y la verdad es que nunca se me pasó por la cabeza alguna idea como esa.
Igualmente, dolía, y eso que no me trataron tan pésimamente como a otros que corren peor suerte.
Por eso cada vez que veo casos de acoso y violencia, lloro.
Porque, en cierto modo, en parte sé lo que se sufre.
Por eso cada vez que veo noticias sobre una matanza a manos de alguien como yo, alguien que acabó por estallar violentamente, lloro y lo compadezco.
Porque, en otras circunstancias, esa persona que empuñaba el arma podía haber sido yo.
Era una niña alegre, que no temía al "qué pensarán". No tenía reparos en ir a un campamento sola, ni decir lo que pensaba en voz alta. Por ser diferente, por ser débil, se mofaron de mí, muchas veces creyendo que no me daba cuenta de ello.
Y callé. Guardé silencio. Y fui cayendo en mi propia trampa. unos huyen a través de la violencia, otros a través de la muerte... yo lo hice a través de la soledad. Me encerré en mí misma, temiendo molestara los demás solo por estar ahí. Solo porque pensaba que podía ser una molestia para ellos, que era la que sobraba, que no servía para nada.
A ti, si nunca has sufrido esto, te envidio, y deseo que nunca tengas que pasar por algo así.
A ti, si lo has sufrido o lo estás padeciendo, te mando todo mi apoyo. Seguramente pensarás que no sirve de nada. Pero te digo una cosa: tú vales mucho, y algún día encontrarás tu sitio, un lugar en el que tengas gente que te quiera y te valore de verdad. Jamás pierdas la esperanza. Dicen que lo que no te destruye te hace más fuerte, y lo cierto es que yo, aún hoy, estoy intentando saltar los inmensos muros que han colocado en mi camino.
Quizás el escribir esto sea un paso importante para poder saltar.
Un día creí que no tenía a nadie, pero me he dado cuenta de que, incluso los pequeños gestos pueden llegar a hacer grandes cosas.
Y sí, puedo decir muchas cosas. Pero si los que sufrimos a manos de otros, ya sea física o psicológicamente, ya sea en silencio o a gritos, no mantenemos la esperanza, no encaramos la vida con una sonrisa, no aceptamos que realmente valemos más de lo que otros puedan pensar, no hay nada que hacer. Y sé también que eso no es nada fácil.
Porque os lo dice alguien que estuvo mucho tiempo sin sonreír de verdad, sin poder ser quien es realmente. Quien pensó, y todavía piensa en ocasiones, que es una mierda.
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