No hay nadie en casa. En el fondo te alegras de que no te vean sufrir. No esperas a llegar a tu habitación. Tu alma y tus ojos llevan tiempo deseando expulsar lo que llevas dentro y, rendido, caes al suelo, recordando cada una de las imágenes que has visto, cada una de esas palabras hirientes que tanto daño te han hecho.
Tu ángel se inclina junto a ti, frotando tu espalda, con dulzura. El contacto con él te agrada pero, es tal el sufrimiento que padeces, que resulta un pobre consuelo para ti.
Y piensas lo de siempre: ¿por qué a mí? ¿Qué le he hecho yo al mundo? Y estás allí tirado, hasta que el sueño te vence o hasta que tus ojos ya no pueden expresar lo que sientes con unas cuantas lágrimas.
Tanta es tu pena, que incluso llegas a pensar en marcharte de allí. Crees que todos estarán mejor sin ti, que ya no tienes cabida en este mundo. Que puedes escapar de todo esto con un simple paso al frente…
Tu ángel niega con la cabeza. “No es lo correcto” dice, con su rostro pétreo.
Ese ángel para el cual tu dolor es solo una simple palabra.
Pero ahora no piensas, solo te dejas arrastrar por la pena que tanto llevas soportando… soledad, silencio, críticas, desesperación… hace tiempo que las paredes de tu habitación se han estrechado, hace tiempo que esperas que alguien te ayude a conseguir que tu remanso de paz, tu habitación, no se convierta en una cárcel para ti.
Tú ángel lo ha intentado pero crees que no te entenderá jamás. Al fin y al cabo, es un ángel, ¿no?
Escribes una nota desesperada a tus padres, diciendo que te marchas, que ya no volverás jamás, que estarán mejor sin ti, y que no podrán seguirte a donde vas. Tu ángel intenta detenerte, pero es un ser casi inmaterial que apenas puede empujarte y al que solo tú puedes ver.
Aún así, vas a las proximidades del mar, esperando poder encontrar otra salida mejor que esa… no obstante, incluso tu mente se ha estrechado, centrándose solo en un acantilado…
El mar… es lo único que te calma… cualquier lugar donde haya agua es lo mejor para ti… tan escurridiza, tan indiferente, tan… poderosa… y solo piensas en unirte a ella para siempre…
Y perderte en su inmensidad.
Tu ángel está cada vez más alterado. Se coloca frente a ti, intentando disuadirte. Pero ya es demasiado tarde.
Das con dificultad ese paso al frente, mientras tu ángel grita tu nombre…
Al llegar al agua, aún sigues con vida… sientes, pero no piensas… durante tu caída te has golpeado con algunas rocas, y estás herido… no te molestarás en luchar.
¿De qué serviría? ¿No es esto lo que querías?
Tus sueños, tu vida, tu familia, tus sacrificios… desaparecen como el hielo bajo el calor del sol… con lentitud, con dolor… incluso aquí, en el agua, cuando ésta te presiona y comienza a nublar tus sentidos, brotan lágrimas que se funden con la inmensidad del agua.
Empiezas a recordar… muchas veces, todos tus amigos, familiares, incluso tu ángel…
han estado a tu lado, aunque en ocasiones te hayas sentido apartado… intentas luchar por última vez y, cuando ya lo das todo por perdido, cuando tu cuerpo ya no responde y tu vista se nubla… una mano agarra la tuya, con fuerza, como si temiera que se resbalase entre sus dedos…
Y jamás te volverá a soltar.
Todos te abrazan con fuerza, temiendo perderte de nuevo… esa persona que te ha salvado la vida, es esa que lo intenta hacer siempre… y por la cual tú estarías dispuesto a darlo todo.
Tu ángel está allí, a tu lado, sonriendo de alivio. Ha llegado a tiempo. Su tez está completamente pálida, al igual que ese halo de grandeza que le suele rodear...
Y lo comprendes.
Tal ha sido su esfuerzo, sus ganas de salvar tu vida... que no ha dudado en emplear todo su poder para volverse material y avisar a tus seres queridos acerca de tu locura...
Solo entonces comprendes cuanto te apreciaban todos, cuántas cosas habrían dado por ti, cuánto te necesitan junto a ellos…
¿Qué harían sin ti? Es más... ¿qué harías tú sin ellos?
Y de camino al hospital, tus seres queridos, que desde hacía tiempo no te abrazaban con tanta fuerza, no te sueltan en todo el camino, con la cara inundada de lágrimas, y las manos temblorosas… ellos curaran tus heridas… TODAS…
Tu ángel te quiere tanto como ellos. Siempre te ha querido. Él sonríe, a tu lado, al ver que todo lo que tu corazón había sangrado, desaparece poco a poco bajo el calor de un amor infinito… como el mar.